jueves, 13 de marzo de 2014

LA RECETA PARA SER FELIZ.


 

 

“Mas yo en tu misericordia he confiado;

Mi corazón se alegrará en tu salvación.”

Salmo 13:5


 Pregunta: ¿Cuál es la receta para ser feliz?


E

sta receta ideal sólo la posee Dios y podemos hallarla en la Sagrada Escritura. Tomemos, por ejemplo, uno de sus Salmos, el Salmo 13 que fue escrito por el rey David. Este salmo nos muestra tres estados anímicos de David. Para ello podemos dividirlo en tres partes, cada una con dos versículos.  

1. Desesperación
 
“1 ¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre?
¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?
2 ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma,
Con tristezas en mi corazón cada día?
¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?”  

Estas primeras estrofas del Salmo 13 nos muestran un estado de ánimo frecuente en los tiempos actuales, la depresión y la desesperación.

En estos dos primeros versos David encontró la solución, no quedándose en las quejas, sino llevando sus problemas a Dios. Es el primer ingrediente de la receta Divina: 

  • Buscar a Dios es el primer paso, pues es el Único que puede resolver nuestros problemas. 

2. Fe

“3 Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío;
Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte;
4 Para que no diga mi enemigo: Lo vencí.
Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara.” 

Superando su desesperación y buscando en Dios la respuesta, ha solicitado lo mejor y lo ha hecho con confianza en el Todopoderoso. Su ánimo ahora es de: 

En los versos 3 y 4 Pidió “ilumina mis ojos”, sabiduría, y eso le trajo confianza. Necesitamos:

·        Pedir sabiduría de lo alto y
·        Confiar en Su sabiduría.
 
 
3. Paz

“5 Mas yo en tu misericordia he confiado;
Mi corazón se alegrará en tu salvación.
6 Cantaré a Jehová,
Porque me ha hecho bien.” 

Las dos últimas estrofas son la oración de una persona con paz frente a las duras circunstancias, porque ha tenido fe en Dios. 

Estos versos son producto de reflexión. La oración de David comenzó con llanto y terminó en regocijo. De aquí se desprenden los últimos ingredientes de la receta para ser feliz.

·         Confiar en Su misericordia
·        Regocijarse en Su Salvación y
·        Agradecer por el bien que nos hace. 

No pidamos que Dios nos quite los problemas, sino la sabiduría para saber enfrentarlos, sobrellevarlos y superarlos con Él. 

 

miércoles, 19 de febrero de 2014

NUESTROS EGOS.


 
"Egos", acrílico sobre tela, 84x100, Adamus
 

No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. / Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. / Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
1 Juan 2:15-17
 


H

ay cuatro “egos” que nos persiguen. Son: el egoísmo, la egolatría, el egocentrismo y el egotismo. No es fácil desprenderse de ellos, puesto que nuestra carne (mente, corazón y cuerpo) está inclinada al mal. Gracias a Dios que Él nos ha implementado con Su Palabra y Su Espíritu Santo para vencer nuestra naturaleza caída. Ciertamente el diablo, enemigo de nuestras almas, nos tienta e incentiva el pecado en nosotros. Pero la responsabilidad es nuestra, no podemos culpar a otro, por poderosa que sea su influencia, si Dios nos ha amado tanto dándonos el perdón. Lo menos que podemos hacer es responderle con gratitud y fidelidad, luchando contra las pasiones que quieren dominarnos y amándole como a un Padre.

Veamos de qué tratan estos enemigos interiores.

1)    El egoísmo.

La palabra egoísmo deriva del latín ego, que significa “yo”, e ismo, “tendencia”. El egoísmo sería ese inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás. La persona egoísta pone siempre en primer lugar sus propios intereses y actúa como dice el refrán: “primero yo, segundo yo, tercero yo”. Está bien amarse a sí mismo, como la Escritura lo deja ver en el mandamiento: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.” (San Lucas 10:27) Lo que no es correcto es amarse únicamente a sí mismo, en desmedro de los demás y de Dios.

El egoísmo gobierna el espíritu de la persona que no ha recibido a Jesús en su vida. Desde el momento en que la persona renuncia a su yo para vivir por Cristo Jesús, comienza el amor a gobernar su vida porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5)

Dice San Pablo que el “amor no es jactancioso, no se envanece” (I Corintios 13:4) Contrariamente el egoísta tiene puestos los ojos sólo en sí mismo y es falto de humildad. Quien tiene amor “no busca lo suyo”; en cambio el hombre dominado por amor a su yo, sólo piensa y actúa para la propia satisfacción.

El buen cristiano ha de luchar contra el egoísmo haciendo morir todo pensamiento y sentir que busque satisfacerse sólo a sí mismo, es decir complacer su carnalidad “y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.” (Romanos 8:8) Los pecados de vanidad y orgullo están ligados al egoísmo y son obras de la carne, por tanto hay que hacerlos morir con el poder del Espíritu “porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” (Romanos 8:13)

Los discípulos de Jesucristo vencen el egoísmo, pues “no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos 8:1)

2)    La egolatría.

El término “egolatría” se ha construido con la palabra latina ego, yo, y latría, adoración. Por tanto egolatría es la adoración de sí mismo.

Los primeros mandamientos de Dios ordenan la lealtad y fidelidad al Señor. Dice la Palabra No tendrás dioses ajenos delante de mí.” (Éxodo 20:3) La adoración de sí mismo es hacer de la propia persona un “dios”, una falta a la lealtad para con el verdadero Dios. El excesivo amor a sí mismo no se condice con la fe cristiana. Continúa el texto veterotestamentario ordenando la fidelidad a Dios: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. / No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso…” (Éxodo 20:4,5) El ególatra, como en la leyenda griega de Narciso, adora su propia imagen. La egolatría es rendirse culto a sí mismo, algo que en la actualidad se puede observar en algunos líderes políticos, culturales y hasta religiosos. Tal cosa, la egolatría, es idolatría, un pecado abominable al Dios Todopoderoso.

¿Cómo podrá el discípulo evitar la egolatría? a) Adorando a Dios en todo tiempo, reconociendo Su grandeza y misericordia; b) Considerando las cualidades del prójimo y reconociéndolas; c) Aceptando la crítica constructiva y practicando humildad; y d) Desarrollando una mirada de sí mismo autocrítica, alejada de la autocomplacencia.

Sigamos el consejo del Apóstol sobre el auto concepto: Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.” (Romanos 12:3)


3)    El egocentrismo.

El egocentrismo, del latín ego, yo, y centro, es la exagerada exaltación de la propia personalidad, hasta considerarla como centro de la atención y actividad generales. Las personas egocéntricas viven en torno a su yo. Todo lo que sucede en su entorno lo relacionan consigo mismas. Si alguien les cuenta de sus problemas, no son capaces de salirse de sí mismos para escuchar al otro, sino que vuelven la conversación hacia su yo: “a mí me está pasando eso también, pero peor…” Los egocéntricos piensan que el mundo gira en rededor de ellos y son incapaces de aceptar que muchas cosas pasan sin necesidad de su intervención. Lo que no les hable de su yo, aquello en que no estén ellos involucrados, no les interesa.

Como todas las cosas humanas, esta actitud se puede revertir y puede llegar el momento en la vida de un egocéntrico o egocéntrica, en que se percate de su condición. Las circunstancias, los problemas, los desencuentros, los golpes, pueden llevarlo a descubrirse. Pero la mejor forma de abandonar el egocentrismo es sencillamente suprimiendo ese yo preponderante. Es lo que nos invita a hacer Jesucristo cuando nos dice: …Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” (San Mateo 16:24) 

Pocos entienden que seguir a Jesucristo es negar el yo para ser como Él. Jesús se negó a sí mismo como hombre para darse por entero a favor de la Humanidad. Nosotros nos debemos negar al yo para entregarnos por entero a Jesucristo. Por eso se habla de Él como del Esposo. Teniendo un corazón Cristocéntrico abandonaremos el viejo corazón egocéntrico, y podremos sentir como Jesús, amor por nuestros prójimos. Entonces podremos cumplir el consejo de la Biblia: “no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” (Filipenses 2:4)


4)    El egotismo.

El egotismo es el prurito de hablar de sí mismo. En Psicología es el sentimiento exagerado de la propia personalidad. ¿Quién no ha conocido alguien así? Siempre habla y presume de sí mismo(a), de lo bien que piensa, siente o hace las cosas. Lamentablemente no se detiene allí, lo cual puede ser soportable, sino que va más allá y mira a todos para su provecho personal. Utiliza a los demás para sus propios proyectos y ambiciones. No trepida en pasar sobre la persona de su prójimo para alcanzar las metas que envanecen su alma.

El egotista se sobrevalora y desprecia las cualidades de los demás. Es un sujeto vanidoso, presuntuoso y altivo. El origen del egotismo puede estar en una alteración psíquica (psicosis, manías) o bien es un rasgo adquirido del carácter, siendo en ese caso permanente.

Pero tal actitud o rasgo de personalidad puede ser superada al conocer la persona a Jesucristo. El profeta señala un “ay” para los vanidosos egotistas: “¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!” (Isaías 5:21)

La Biblia enseña:Alábete el extraño, y no tu propia boca; El ajeno, y no los labios tuyos.” (Proverbios 27:2) Que sean los demás quienes reconozcan o admiren alguna cualidad que Dios nos otorgó, pero no es propio de la humildad alabarse continuamente a sí mismo. Como dice San Pablo “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.” (Gálatas 6:14) 
 

¿Cómo superaremos estos cuatro “egos” que nos persiguen?

El Evangelio de Jesucristo enseña al discípulo la manera eficaz de superar y controlar el natural egoísmo, egolatría, egocentrismo y egotismo que pueden permanecer o reaparecer en nuestro camino cristiano. La solución es en verdad sencilla: a) Entregar la vida a Jesucristo; b) Morir al yo; y c) No vivir para sí mismo sino para Dios y el prójimo. Es lo que Jesús nos dice en el Evangelio:

“Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.” (San Marcos 10:21)

“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. / Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.” (San Lucas 9:23,24)

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. / Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.(San Juan 15:4,5)

¡Mata tus “egos” y vive para Jesús!
 
 

sábado, 15 de febrero de 2014

MI ACTITUD HACIA LOS QUE RECHAZAN EL EVANGELIO.


 
“Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso,
sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido”
2 Timoteo 2:24

 

Pregunta: ¿Cómo eliminar de mi pensamiento la crítica y el cuestionamiento hacia las personas que rechazan el evangelio?
 

S

iempre nos encontraremos con personas que rechacen el Evangelio. Los cristianos estamos tan convencidos de que Cristo y Su mensaje es la Verdad y le amamos tanto porque ha significado grandes bendiciones para nuestra vida, que cuando escuchamos críticas, burlas y negativas a nuestra fe, podemos reaccionar de forma inadecuada. Eso es algo negativo en un creyente y que en cierto modo lo iguala a un no creyente. Si deseamos ser un buen testimonio para los incrédulos y no desprestigiar el Evangelio, es imprescindible que eliminemos de nuestros pensamientos y conversación la crítica y el cuestionamiento hacia las personas que no creen en Jesucristo.

Si este es su problema o el de algún hermano en la fe, permítanme hacerles algunas sugerencias para relacionarnos más fluidamente con los no creyentes. Llamamos así a esas personas que se declaran ateas, agnósticas, o de otras creencias. También están los cristianos pertenecientes a iglesias muy cerradas que piensan ser la “única Iglesia” o la “Iglesia verdadera”.
 

  1. Todos somos hermanos.
En primer lugar considérelos “hermanos de Humanidad”. Todos somos seres creados por Dios con amor. No hay ningún ser humano al que el Creador no ame. Él ama a todos, crean o no en Él, lo respeten o lo insulten. Dios nos ve en nuestra pequeñez y debilidad y nos ama. Del mismo modo debe verlos usted, con amor misericordioso y aceptador. Ni siquiera a Caín, el primer asesino, que mató por envidia a su hermano Abel, ni siquiera a él lo desprotegió el Señor. Todo lo contrario, le puso una marca para que nadie lo atacara: “Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara.” (Génesis 4:15) No evite, incluso, llamar hermano a quien no vive nuestra fe. A Dios no le ofenderá pues usted estará amando a una de sus criaturas y quizás esa sea una forma que el Espíritu use para mostrarle Su amor.

2.      Acepte los distintos pensamientos.

Dios ha dado a los seres humanos una tremenda capacidad de pensamiento. El Hombre ha investigado por siglos la realidad en que vive –geográfica, biológica, social, psicológica, etc. – y ha elaborado diversas teorías. Todas son respetables porque nacen de una mente creada por el Dios de la vida. No tenemos derecho a burlarnos ni rechazar de plano cualquier pensamiento que no sea idéntico al nuestro. Hacerlo es sencillamente intolerancia y rigidez mental. Démosle a otras formas de enfocar la vida, el respeto que merecen. Hacerlo no nos convierte en herejes ni apóstatas, tan sólo en personas tolerantes. ¿Acaso siempre anduvimos en el camino de Cristo? ¿No hubo un tiempo en que también nosotros caminábamos por otras rutas? Recuerde aquella característica del amor, la magnanimidad: “Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1 Corintios 13:7) Sea magnánimo, tenga un alma grande y acepte que hay otros pensamientos. No es necesario entrar en discusiones ni pretender defender a Dios, Él lo hace de mejor forma. Permita que sea el Espíritu Santo quien convenza a las personas.

3.      Cambie usted primero.

En realidad cuando esto sucede, que uno se siente mal y se enoja internamente, aunque no lo demuestre, el problema no está ocurriendo afuera sino dentro de nosotros. La intolerancia, la falta de amor, la soberbia, se están haciendo cargo de nuestros pensamientos y sentires. En ese momento no tenemos la mente ni el corazón de Dios, sino que el viejo hombre o vieja mujer aún están entronizados en el corazón. Reacciona el alma con todos sus conocimientos y no el espíritu que ahora es morada del Espíritu Santo. ¿Por qué mejor no soltar ese deseo que se ha transformado en una obsesiva preocupación por cambiar a los demás? ¿Por qué mejor no cambio yo primero? Necesitamos renovar nuestro modo de pensar y cuando esto suceda, las cosas cambiarán en su entorno. De lo contrario usted será un cristiano inconsecuente con la doctrina básica del cristianismo que dice “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.” (San Lucas 10:27) Amar al prójimo significa comprenderlo y aceptarlo en su diversidad de ideas. Tal vez no vamos a amar sus ideas pero sí sus almas. La solución es cambiar nosotros antes: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2)

  1. Comience a confiar en la Gracia de Dios.
Puedo darle muchas razones y textos bíblicos que hablan de cómo debemos manejar estos sentimientos y reacciones que tenemos frente al que no cree, pero hay una clave que toca todo ello y resuelve definitivamente su problema. Me refiero al Evangelio de la Gracia. Esto significa que la Buena Nueva se recibe gratuitamente, directamente de Dios. Es cierto que usted conoció a Cristo por medio de alguna intervención humana (la prédica de un pastor, algún folleto o libro, un programa de televisión) pero todos esos medios fueron utilizados por uno que es mayor, Dios Todopoderoso. Las personas no se convierten por acciones humanas, sino porque el Espíritu Santo interviene. Es Su voluntad la que convence y vence a la voluntad humana. No se apene porque sus amigos o familiares no creen inmediatamente en Jesús, cuando usted les habla. Déjele el trabajo a la Gracia de Dios. La Gracia es esa gratuidad con que el Señor brinda Su amor a los seres humanos. Dios no obliga a nadie, Él atrae, enamora, ama. Haga usted lo mismo y vístase de Su Santa paciencia. Recuerde que ya no estamos bajo la Ley de Moisés que castigaba al pecador, sino bajo la Gracia de Jesús que ama y perdona al pecador “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” (San Juan 1:17)

 

jueves, 13 de febrero de 2014

LA HUMILDAD DEL DISCÍPULO


 
"Levantando Tiendas"
Temas para tutores
 
© Pastor Iván Tapia

 

Lectura bíblica: 1 Pedro 5:6

Objetivo: Capacitar al tutor para que el discípulo aprendiz aprecie, comprenda y practique la humildad.

Necesidad de la humildad para el Discipulado.

  • Cuando recibimos al discípulo, éste trae un corazón incrédulo y orgulloso, escaso en fe.  Todo discípulo, al inicio de su discipulado necesita: a) Comprender el significado del orgullo y su antónimo, la humildad; y b) Deponer todo orgullo en beneficio de Dios, Su Iglesia y él mismo.
  • Un discípulo humilde es útil en las manos del Señor. La humildad es una virtud básica en el discípulo. Proverbios 15:33
La humildad es parte de la fe.

Humildad implica creer en un Dios superior a mí en todos los aspectos: conocimientos, poder, virtudes y valores.

Humildad implica confiar en los conocimientos, experiencias y madurez de otros, que serán mis hermanos mayores.

Una actitud no humilde sino soberbia y orgullosa no ayudará al crecimiento del discípulo. Esto también es inteligencia para crecer en el Reino de Dios.

Definición de humildad.

La palabra "humildad" viene de humus, humi, que significa "tierra". La persona humilde es la que clava los ojos en el suelo, demostrando docilidad y abnegación (negación de sí mismo). (San Mateo 16:24)

Ser discípulos humildes implica negar una serie de gustos personales, prejuicios, temores, orgullos, etc. para servir al Señor y Su Iglesia.

El antónimo de humildad.

Lo contrario de la humildad es el orgullo, estar hinchados de amor propio y vanidad. Orgullo deriva de orgao, que significa estar hinchado. Los orgullosos son unos inflatos, decía Agustín de Hipona (Colosenses 2:18)

"El orgullo es uno de los muchos harapos con que cubren sus llagas la soberbia y el egoísmo" afirmaba Roque Barcia (Proverbios 16:18)

Una virtud de Jesucristo.

Ser humilde es tener una justa apreciación de sí mismo, no tener un mayor concepto de lo que se es (Romanos 12:3).

Ser humilde es tener el sentir que tuvo Jesús. San Pablo explica el significado de humildad como Alguien que no actúa por competencia o vanidad, sino que estima a los demás como superiores (Filipenses 2:1-11).
 

Tarea del tutor en cuanto a la humildad.

1. Ubicar al discípulo en la verdadera posición que tiene en el Cuerpo de Cristo (responsabilidad en la iglesia, cantidad de discípulos o personas a su cargo, vidas convertidas por su trabajo) y le dará una idea de quien es como cristiano.

2. Alertar al discípulo cuando se observan rasgos de vanidad y orgullo en su comportamiento (1 Pedro 5:5)

3. No otorgar tareas y cargos que puedan envanecerle.

4. Orientar al discípulo para que descubra sus talentos y capacidades para el servicio en la obra de Dios.

5. Fomentar el respeto hacia las autoridades dentro y fuera de la Iglesia, no permitiendo las insolencias, burlas, murmuración ni otras conductas negativas (Efesios 4:1,2)

6. Orientar la práctica devocional, los dones carismáticos y expresiones litúrgicas, dentro de un marco ordenado y exento de vanidad.

7. Advertir al discípulo acerca de la envidia que puede albergar frente a la gracia que otros poseen.

8. Confiar en el poder del Espíritu Santo. Dios tiene su propia pedagogía para hacernos humildes: el quebrantamiento a través del dolor y la sujeción a toda autoridad.

9. Dar ejemplo de humildad a los discípulos (Hechos 20:18,19)


Conclusión.

La única forma en que los discípulos pueden crecer como cristianos es siendo ubicados, humildes, no sobrados, no orgullosos ni soberbios. La humildad es básica en la actitud de un discípulo: a) humildad para aprender; b) humildad para obedecer; y c) humildad para servir en la obra de Dios. ¿Es mucho pedir? No creo, pues es el camino que todo siervo de Dios en la historia del cristianismo ha tenido que recorrer.
 

PARA TRABAJAR EN LA TIENDA.

1) Roguemos al Señor para que: 1. Nos haga humildes con Él, Su Iglesia y la sociedad; y 2. Podamos formar discípulos llenos de fe y humildad.
 

 

viernes, 7 de febrero de 2014

DESARROLLANDO LA FE DE LOS DISCÍPULOS

"Levantando Tiendas"
Temas para Tutores
 
 
 
Lectura bíblica: San Mateo 8:5-10

Objetivo: Capacitar al tutor para estimular y desarrollar la fe del discípulo aprendiz. 

Condición en que recibimos a un discípulo.

  • Un corazón incrédulo y orgulloso, falta de fe.
  • Una conciencia culpable y legalista, falta de paz.
  • Un espíritu egoísta, falta de amor.
  • Una mente ignorante acerca de la Verdad de Dios, falta de esperanza.

Definición de fe.

¿Qué es la fe? Es uno de los cuatro pilares de la vida cristiana: Fe, Paz, Amor, Esperanza.
Fe es creer. El problema es que todos los creyentes dicen creer pero sus vidas no lo demuestran. (Hebreos 11:1)
La fe es un don de Dios (Efesios 2:8).

 
Origen de la fe.

Cuando nos convertimos comenzamos a creer.

El discípulo llega con fe

La fe viene por el oír. Romanos 10:17

Es necesario diferenciar la evangelización del discipulado. Una cosa es evangelizar y otra discipular (anunciar el Evangelio para conversión de las almas; edificar al cristiano para crecimiento integral)

Al principio tenemos muy poca fe. Paulatinamente crece la fe en nuestro corazón. Romanos 10:10

 
Tarea del tutor en cuanto a la fe.

La tarea del tutor o discipulador es educar y hacer crecer en la fe ¿Cómo?

1. Hacer crecer la fe ¿Puede crecer la fe? Mateo 17:20   Lucas 13:18,19   

2. Evitar que muera la fe (apostasía) ¿Puede morir la fe? 1 Timoteo 4:1 

3. Evitar que se extravíe la fe (herejía) ¿Puede alguien extraviar su fe? 1 Timoteo 6:10 

4. Educar la fe ¿Se puede enseñar a creer? Sí. ¿Cómo? Aprendiendo los aspectos fundamentales de nuestra fe o de la fe un discípulo. ¿Cuáles son? (San Judas 20)

1)      Dios creó el Universo.
2)      Jesucristo es el Hijo de Dios.
3)      Dios es Trino y Triuno.
4)      Todo lo que dice el Evangelio acerca de la vida de Jesús es verdadero
5)      La Biblia es la Palabra de Dios revelada e inspirada por Dios.
6)      Jesús murió en la cruz para lavar nuestros pecados.
7)      Jesús resucitó, vive y reina.
8)      La Iglesia es el Cuerpo de Cristo en la tierra, aunque esté dividida y tenga creencias contradictorias.
 

5. Que la fe de frutos ¿Qué relación hay entre fe y amor? Santiago 2:17

6. Valorar la fe como lo hace Dios ¿Qué valor tiene para Dios la fe? Génesis 15:6

7. Agradar a Dios ¿Cómo ve Dios la fe? Hebreos 11:6 

8. Aprender la relación que hay entre fe y salvación Romanos 1:17 

9. Aprender a caminar por fe y no por lo que vemos o sentimos. 2 Corintios 5:7 

10. Alimentar la fe del discípulo ¿Cómo alimentar la fe del discípulo? San Lucas 17:5

a)      enseñando la Palabra de Dios
b)      asistiendo a la oración comunitaria
c)      escuchando la Palabra de Dios de boca de los ministros
d)     cuidar las lecturas y enseñanzas adicionales (radio, libros, revistas)
e)      enseñar vida devocional

 

PARA TRABAJAR EN LA TIENDA.
1)      ¿Qué haremos con estos conocimientos?
2)      Mi decisión como tutor hoy es

 

LAS CUATRO ÁREAS DEL DISCIPULADO


 
“1 Oíd, hijos, la enseñanza de un padre, Y estad atentos, para que conozcáis cordura.
2 Porque os doy buena enseñanza; No desamparéis mi ley.
3 Porque yo también fui hijo de mi padre, Delicado y único delante de mi madre.
4 Y él me enseñaba, y me decía: Retenga tu corazón mis razones, Guarda mis mandamientos, y vivirás.
5 Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; No te olvides ni te apartes de las razones de mi boca;
6 No la dejes, y ella te guardará; Ámala, y te conservará.
7 Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.
8 Engrandécela, y ella te engrandecerá; Ella te honrará, cuando tú la hayas abrazado.
9 Adorno de gracia dará a tu cabeza; Corona de hermosura te entregará.
10 Oye, hijo mío, y recibe mis razones, Y se te multiplicarán años de vida.
11 Por el camino de la sabiduría te he encaminado, Y por veredas derechas te he hecho andar.
12 Cuando anduvieres, no se estrecharán tus pasos, Y si corrieres, no tropezarás.
13 Retén el consejo, no lo dejes; Guárdalo, porque eso es tu vida.
14 No entres por la vereda de los impíos, Ni vayas por el camino de los malos.
15 Déjala, no pases por ella; Apártate de ella, pasa.
16 Porque no duermen ellos si no han hecho mal, Y pierden el sueño si no han hecho caer a alguno.
17 Porque comen pan de maldad, y beben vino de robos;
18 Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, Que va en aumento hasta que el día es perfecto.
19 El camino de los impíos es como la oscuridad; No saben en qué tropiezan.
20 Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones.
21 No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón;
22 Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo.
23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.
24 Aparta de ti la perversidad de la boca, Y aleja de ti la iniquidad de los labios.
25 Tus ojos miren lo recto, Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante.
26 Examina la senda de tus pies, Y todos tus caminos sean rectos.
27 No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; Aparta tu pie del mal.” (Proverbios 4:1-27)

 

 

N

osotros estamos formándonos como discípulos de Jesucristo; recibimos orientación de nuestros discipuladores; tenemos el permanente apoyo de ellos; somos alimentados con la Palabra de Dios y cuando tenemos cualquier dificultad podemos acudir a esa persona que nos ayuda. El Discipulado es una actividad que se desarrolla en cuatro áreas, a saber: a) Orientación Personal; b) Sanidad Interior; c) Enseñanza Bíblica; y d) Vida Devocional.  

La Orientación Personal permite al discípulo recibir respuesta a todas sus inquietudes con respecto a la vida práctica cristiana, como a ser guiado en cuanto a la praxis de la fe. En nuestro texto nos habla el padre: Hijo mío, está atento a mi sabiduría, Y a mi inteligencia inclina tu oído, / Para que guardes consejo, Y tus labios conserven la ciencia.” (Proverbios 5:1,2). En otro lugar el sabio nos interpela: Retén el consejo, no lo dejes; Guárdalo, porque eso es tu vida.” (Proverbios 4:13). 

La Sanidad Interior da ocasión al discípulo para superar aquellos traumas, heridas, complejos y otras enfermedades del alma que, aunque ya fueron lavadas por la sangre de Cristo, aún viven en su conciencia como culpas y dolores. La Biblia nos enseña que Jesucristo no sólo es nuestro Salvador y Señor, sino también el Sanador:Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” (Isaías 53:5). Las palabras de los buenos padres, sobre todo del padre espiritual “…son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo. / Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.” (Proverbios 4:22,23). 

La Enseñanza. El estudio de la Biblia permite edificar la mente con la Verdad y prepararse con esta “espada del Espíritu” (Efesios 6:17) para guerrear contra nuestro triple enemigo: la carne, el mundo y el diablo, porque Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, / a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16,17) El padre espiritual debe enseñar a sus discípulos “Porque os doy buena enseñanza; No desamparéis mi ley.” (Proverbios 4:2). 

La Vida Devocional trae el mayor crecimiento a la fe del discípulo, es el medio por el cual éste va llenándose de la luz de Cristo, Luz del mundo: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, Que va en aumento hasta que el día es perfecto.” (Proverbios 4:18). Como recomienda el Apóstol: “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:18) 

Todo esto es muy bueno, pero no debemos pensar sólo en términos de ser ayudados sino que muy pronto va a llegar el momento de ayudar a otros que también necesitan de Jesucristo. Debemos prepararnos para ser nosotros también discipuladores de otras vidas. El llamado y la consolidación de nuevos discípulos, se logra tanto por el esfuerzo individual del discipulador como por la tarea evangelizadora y formativa de la comunidad cristiana.
 
¿Siente usted el llamado a ser un discípulo de Jesucristo? Si es así, no dude en comunicarse con nosotros.